Tengo la suerte de
disfrutar de correr con todas las letras y todo el significado de la palabra.
La competición, bien entendida, me motiva hasta límites insospechados y me
llena, hasta el infinito, emocionarme tanto cuando preparo o hago una carrera
de 100 km de alta montaña, una de 6 etapas para la costa o la selva, un 10.000
de asfalto o croses de 4 km al lado de una ciudad.
Actualmente parece
que si no la tienes muy grande no hace falta ni que te pongas a ello y ¡nos
equivocamos! ¡El tamaño puede que no importe tanto!
No es tan extraño oír,
cuando hablamos de carreras, que «yo haré la corta, esta vez» como excusándonos
… y resulta que la «corta» es una maratón. Hombre … ¡corta,
corta! Hemos perdido la perspectiva de los kilómetros y tendemos a
desprestigiar todo lo que queda por debajo de la maratón.
Desde mi punto de
vista, lo que sí importa es encontrar el encanto en cada una de las diferentes
pruebas, saber ver los retos y no entrar con desprestigio sin sentido.
Así las veo yo:
– Una carrera de montaña de larga
distancia (de entre 60 y 110 km):
son pruebas completas que te piden una fortaleza
mental firme y equilibrada, más allá del aspecto físico. La estrategia es muy
importante, así como la alimentación y la hidratación en carrera.
– Una carrera por etapas (de entre
4 y 7 etapas):

podría escribir un libro entero contando bondades de estas pruebas, pero me
engancha la serenidad que piden para saber gestionar los esfuerzos, la épica
que desprenden para llegar a meta un día tras otro sabiendo que alguno será muy
duro e, igualmente, deberás aguantar y el contacto con el resto de corredores.
– Una media maratón de montaña: dentro de las carreras de montaña
son una buena mezcla entre rapidez y longitud. Bastante cortas para mantener
ritmos elevados y ‘jugártela’ un poco con la intensidad y lo suficientemente
larga como para hacer recorridos espectaculares y dar tiempo a los corredores
que no son tan explosivos a posicionarse si no se han encantado demasiado al
principio .
– Un 10.000 de asfalto: sale a ritmo y ve incrementando,
pero este ritmo no puede ser demasiado lento o ya no lo recuperas, ni demasiado
rápido o acabarás andando. Encontrar ese equilibrio es tan complicado como
mágico.

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– Un cross de 4 km: sólo la salida en masa ya me hace
subir la adrenalina por las nubes, sentir los clavos golpeando contra el suelo
y pensar … no te caigas que te dejan como un colador. Aquella sensación de ir
al límite, pensar que no aguantarás y aún eres capaz de dar un punto más. ¡Indescriptible!

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