Me siento como si hubiera cruzado una de las metas más especiales de mi vida. Ya estaba apagando el ordenador para irme a casa, pero no he podido evitar volverlo a encender para escribir estas líneas que, seguramente, quedarán algo desordenadas porque estoy embriagada de sentimientos.

Acabo de terminar mi segundo libro. El libro sobre el embarazo, que entregaré en las próximas semanas y que si todo va bien veré en algún aparador de alguna librería a finales de año o a principios del otro.

Voy con un año de retraso… como la mayoría de proyectos que se han visto destartalados por la pandemia, pero ahora mismo me da absolutamente igual.

Me siento liberada por cerrar un proyecto enorme, como una gran carrera que haya preparado con meses y meses de antelación… Me siento agotada de darle al coco, de leer y reescribir, igual que después de una carrera de tanto correr, de subir y bajar, de superar altos y bajos… Me siento vacía después de estar ligada a este proyecto durante tantísimos meses, como tras una competición de aquellas importantes, que cuando cruzas la meta y te levantas al día siguiente te das cuenta que te has quedado sin objetivo.


Pero por encima de todo me siento emocionada. El libro es muy íntimo; si os animáis a leerlo (aunque de momento sólo saldrá en catalán) espero que entendáis esta intimidad como un regalo y no como una ostentación.

Despojarme de unos recuerdos tan íntimos me provocó muchas dudas pero ahora me siento orgullosa de ello.

Necesito descansar, como tras cualquier competición. Tomarme unos días de reposo para valorar bien el resultado y analizarlo en frío, pero ahora mismo quiero disfrutar del subidón emocional que me ha invadido y quería compartirlo con vosotros, al igual que hago tras una competición.

Gracias por leerme, por seguirme y por estar a mi lado.

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