No soy madre todavía, así que escribo con falta de sensibilidad por este lado, pero he sido muchos años entrenadora de jóvenes y adolescentes y, esta parte la conozco bien. Hay padres y madres de todo tipo: aquellos que dejan los hijos como quien aparca el coche y que no se les moleste hasta la hora de irse, los que se involucran cogiendo una distancia prudente y equilibrada entre el interés y el dejar hacer tanto a los hijos como al entrenador y los que ahogan a sus hijos y, de rebote a los técnicos, como si con 10 años tuvieran que ser campeones del mundo.
Una relación equilibrada podría ser la siguiente:
1. El deporte es otro espacio de aprendizaje para los niños y jóvenes, donde desarrollan otras habilidades que no encontrarán ni en la escuela ni en casa. Vale la pena dejar que lo vayan descubriendo solos, siempre con un ojo puesto en la distancia y una guía sutil.
2. El deporte en la etapa infantil debe ser un juego con ciertas normas, un espacio lúdico para aprender a apreciar valores como el respeto, la autodisciplina, la constancia, el trabajo en equipo, etc.
3. Es importante dejarles chocar contra las victorias y las derrotas. Sacando importancia a unas y ayudando a superar las otras.
4. Hay que animarles desde casa, seguirles y darles la importancia que tiene esa actividad. Encontrar el equilibrio entre ignorarlo y enaltecerlo sería perfecto.
5. Si ven a los padres y madres como a alguien con quien compartirlo, no sólo a nivel práctico, sino también emocional, seguramente alargarán la actividad más allá de la difícil adolescencia, época de gran abandono deportivo.